La pandemia ha hecho que nos tomemos más en serio la seguridad alimentaria, y es que aunque no debemos obsesionarnos ni pensar que todo resulta peligroso, al menos sí debemos incorporar buenas prácticas en nuestra rutina habitual.
Lavarse las manos
A veces, por la simplicidad de la cuestión, pasa muy desapercibida y le quitamos importancia. Pero este es uno de los hábitos que nunca debemos pasar por alto. Además, hay que lavar los utensilios de cocina y limpiar las superficies donde se preparan los alimentos (incluidas las tablas para cortar y las encimeras) antes, durante y después de preparar frutas y verduras. Pero, ¡ojo! Lavar algunos alimentos, como el pollo o los huevos, puede ser contraproducente. Y tampoco conviene usar jabón o detergentes; en cuanto a la lejía, «es importante que no la usemos de manera directa porque puede ser agresiva», apunta Marián García, más conocida como Boticaria García, doctora en Farmacia y graduada en Nutrición Humana y Dietética, y en Óptica y Optometría.
Respetar la cadena de frío
La temperatura es el factor principal en el control de los microorganismos patógenos, tanto frías como calientes. Cualquier elemento que nos ayude a mantener la temperatura fría o a alcanzar las temperaturas calientes en el cocinado, va a ayudar a evitar esos riesgos. “A veces ponemos el frigorífico a temperaturas que no nos fijamos. Tenemos que programarlos siempre a 4 grados como máximo y el congelador a 18 grados bajo cero o inferior», apostilla Robles.